Hace ya, más tiempo del que me gustaría,
como era habitual, en una de nuestras conversaciones.
Me aconsejaste.
Con tu espontaneidad y desparpajo,
a más de 9.000 km de distancia.
Me aconsejaste.
Que la vida no está para perder el tiempo,
que tenía que coger el móvil y escribirle un mensaje.
Me aconsejaste.
Ahora, más que nunca, las dos necesitaríamos que estuvieras aquí,
aunque fuera a 9.000 km de distancia.
Y me aconsejaras.
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